
De sonriente porcelana
el aire nuevo e iluminado
toma de los frescos jazmines
una fragancia misionera
enredada en los candeleros coloniales.
En un poco de sueño o duermevela
está el retrato de la estanciera,
la señora,
daguerrotipo de una dama.
Todo queda sobre el mármol
de una cómoda de caoba
y debajo del milagro
de una virgen silenciosa:
Nuestra Señora de Luján.
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