martes, 31 de julio de 2007

Proemio

Estampas criollas
dibujadas
con tenue nostalgia,
pintadas en acuarela,
traspasadas
por una suave melodía,
olorosas de jazmines...
¿Qué puedo decir?
Los poemas de Miroslav
me transmiten paz.
Esa paz serena
del campo,
o aquella bulliciosa,
de los arrabales porteños.

Maxine Hanon




Aljibe

Brocal hogareño
tapiado de azulejos
detenido en el medio
de la canción del patio.
Profundo recuerdo
que despierta con la roldana,
la cadena y el balde.
Amigo del cielo, del subsuelo
y del ruiseñor enamorado
de los violines de la lluvia.



Pescador

Otro fue al río; otro parecido a mí
puso la caña de pescar entre el atardecer
de las tres piedras que siempre están esperando
que alguien las ordene o les pida algo misterioso.
De la trémula caña salía la línea que entraba
en el agua y se quebraba. En algún momento
pasaron algunas horas. Las tres horas que pasan
cuando alguien está pescando cerca de la noche.
La caña se movió y se dobló. Era la luna llena.
Pude observarlo todo, pero yo no estaba.



Cochero

Sobre el pescante avanzamos por la empedrada
calle del suburbio. Es de madrugada y el repicar de los cascos
tiene un ritmo de vals que se encuentra con los árboles.
Atrás ha quedado Palermo y la historia de Domínguez
Palermo.
El camino está anegado por el rayo y el trueno
del dictador fatal que nos maldice con el barro.
El coche con el tiempo se va desarmando.
Las ruedas ya no zigzaguean;
las luces de los faroles se han ido al cielo.
El cansado caballo es ahora el movimiento
de una sombra y lo que agito en el aire
no es un látigo sino una pluma con la que escribo este silencio.



Trampero

El sebo cauteloso ya se aleja dejando una estela
que seguirá en el monte. Unas ramas y una hojas cubren todo,
como las ramas y las hojas del olvido. La luz se está apagando
y los signos de la noche salen de ronda. Entre la neblina
cae el tiempo ajeno a toda medida. Una sombra avanza
y sin hacer el menor ruido se detiene. Duda y espera.
¿Dónde está el engaño que huele a verdad demasiado fácil?
Hay un rastro peligroso que ha dejado el enemigo y algo caliente
queda paralizado en lo más oscuro del instinto,
pero el hambre pesa y hace círculos.
En algún círculo el zorro pisará la trampa.



Estancia

Herencia y valor
de los pioneros del pasado
que resistieron lejanos
y se alambraron a sus ilusiones.
Decidieron quedarse
en lo más difícil e interminable:
en la marea nocturna de la patria.
Todavía hay una apuesta
contra cielo, inundación o sequía,
contra una historia que encima tambalea.



Domador

Sabe que el peligro lo acompaña y se atreve
porque busca el desafío de estar en lo más alto
del miedo vencido, enemigo de la suerte. No sabe
de un destino ya marcado. Tampoco quiere saber
de echarse atrás y perderse en la vergüenza.
No ignora que el valiente también falla y pierde,
pero de algún modo se quiere conocer. Sube
al potro con el corazón en la boca y aferrado cree
que mandará desde arriba. Por un instante de su vida
ya está muerto, ya es un héroe, ya es leyenda.



Baqueano

Recordar, cerrar los ojos y dejar que el caballo
siga por el desconocido sendero de ese pensamiento
entre piedras, laderas y el perfil de la montaña.
Dejar de pensar, abrir los ojos y mover las riendas
para acertar con la encrucijada. Un sexto sentido
encuentra lo que esconde la geografía. Una marca
dejada como al pasar hacia las nubes y el hallazgo
del recodo cambiado por el viento. Pero hay algo
en la memoria que ha quedado, lo ya vivido y lo que falta,
o lo que se está por vivir: la huella del destino.



Guitarrero

Siempre, o casi siempre, cerca del fuego y el humo
en la voluntad de trabajar una nostalgia sacando
algunas cosas escondidas en las cuerdas de la vida:
las victorias del amor y sus posteriores padecimientos,
la obligación de una familia, la escuela y el porvenir.
Las fatales venganzas de la madre naturaleza -cada día
más atenta, inexplicable y rencorosa- . Una tradición
de tierra antigua, el amigo quebradizo, pero solidario.
La soledad y eso que se lleva algo de su silencio, la negra
o la muerte, esa forma de mulita que tiene la eternidad.



Poncho

Pradera y llanura;
canción y cordillera.
Lana en melodía
a la buena circulación
de la pasión por las arterias.
Sentimiento en la trama
hilado infinito y escudo
hecho una fiera en el corazón.
Alfombra que canta desde el telar
en un abrazo de color y de bandera.



Aguatero

De lejos, en la bruma, desde otros siglos,
por la alameda de a caballo y en otra jerga
grita su pregón y anuncia su presencia de barriles.
Avisa que trae una verdad pura, fresca y cristalina,
aunque en el fondo del barril hay algo que no es cierto.
Río ambulante, recuerdo de la sed, servicio a la puerta,
hoy es apenas un ruido que lo lleva y lo trae el olvido,
no el de las calles, sí el del paisano hace rato ya finado.
Y los adoquines lo seguirán viendo pasar de otro modo,
con oscuro nombre de trueno, sobrenombre de burbuja.



Rastreador

Descubrir siguiendo por el hilo pausado
de la claridad a la que no se le duerme ningún detalle.
Percepción, lumbre y albergue –como pedía Capdevila-
“para el personaje que reconoce una huella entre centenares
y sabe si el animal iba lento o no, arriado o a tiro;
reconocer la mula del cura que pasó hace una hora,
ver que el comisario salió para una diligencia,
que el pulpero se fue a pie y todavía no volvió;”
encontrar al perdido en el monte. Hallar el muerto
y luego dar con la carreta donde se esconde el asesino.



Cuatrero

Este pecado seguirá en el Libro. La codicia
de la hacienda de otro dueño. Amigo falso
que conversa sólo para estar al tanto. Va y viene
por la llanura que todavía no lo ha castigado,
al contrario, ya es propietario de unos terrenos
y se dice patrón llenándose la boca. Tiene cómplices
en la partida. Dibuja las guías y otros papeles.
Se hace caudillo y llega con los años al gobierno
modificando el clima. Con las secas y las tormentas
hace la gambeta y ya no es changador sino trovero.



Pulpería

La blanqueada pared
quedó con marcas y relinchos.
Una ventanilla y el pulpero
comprador de cuero y lana.
Del estanciero fiador y también
de la peonada. Una inclinada balanza,
la reja y después los acostados
porrones de tiempo y de ginebra.
De la humilde fiesta, refugio;
del orgulloso payador, academia.



Señora

Una señora de la llanura, de una escondida novela solitaria
y colección de enredaderas. Un perfil de medalla, vestido negro
y recogido en rodete el pelo blanco.
Ha estudiado y combatido plagas, gobiernos y soledades.
Se da cuerda, según una lógica
que viene de sus antepasados, que todavía la siguen de cerca.
Además de bienes y flores, en la fresca lucidez de la mañana
ha ordenado libros y viajes. Sin embargo, todo ha sido un sueño.
Ha muerto al pie de la letra y no ha despertado. Una hija,
que siempre le traía ambrosía y manjar del cielo,
ahora le trae un poema de Bernárdez y el Réquiem de Mozart.



Mangrullo

Anticipación de la barbarie
antiguamente plantada.
Quieto molino
que cerca del cielo
juntaba seguridad.
Estandarte del coraje
en un temor suspendido.
Sismógrafo de malones,
civilización del suelo
con torre y escalera hacia el ayer.



Remate

Suena el llamador. Es alguien de la casa de remates.
Reunidos los peleados herederos no se miran a los ojos
y ahora ya tienen a quien mirar. Canta un reloj francés,
son las cinco en música de Ravel. Dos hijos y tres nietos
no han logrado ponerse de acuerdo con el reparto
de los sonidos y colores de sus mayores. Están las fechas,
el inventario, la dudosa tasación y el remate frontal.
Atardeceres, tapices, libros, roperos, platería y el esplendor
de un pasado solar. Hoy es el último día para Fidelina;
con ella han venido los jazmines que están sobre la cómoda.

sábado, 21 de julio de 2007

Jazminero

De sonriente porcelana
el aire nuevo e iluminado
toma de los frescos jazmines
una fragancia misionera
enredada en los candeleros coloniales.
En un poco de sueño o duermevela
está el retrato de la estanciera,

la señora,
daguerrotipo de una dama.

Todo queda sobre el mármol
de una cómoda de caoba
y debajo del milagro

de una virgen silenciosa:
Nuestra Señora de Luján.